
No le demos más vueltas al asunto y no carguemos las tintas sobre la bestia. Ni que se equivoquen los ojeadores que compran el toro.
Yo no soy un mito, ni falta que hace, pero en mi dilatada vida de corredor si he podido acumular experiencias como para aventurarme a esbozar este comentario al vuelo del fracaso.
En primer lugar la ubicación del nuevo toril no creo que sea la más adecuada. El toro por inercia derrota hacia abajo y recibe el primer trallazo de la maroma que la mayoría de las veces le hace venirse abajo. Salvado ese primer escollo que por milagro no le quiebra las patas, ha de continuar su carrera.
Antiguamente, y después, implantada de nuevo esa costumbre gracias a unas insinuaciones mías, en la calle del Matadero se colocaba un muñeco con la intención de entretener al toro y que diera tiempo a que los mozos tensaran la maroma para que al llegar al sitio más peligroso del recorrido, El Pasaje, tuviera le menor maroma posible ya que la iba a ganar a lo largo de la Calle de la Rua.
Ahora, por desconocimiento de ambas cosas, al toro se le deja mucha cuerda y eso hace que el toro se detenga pues nada le obliga a continuar caminando.
Es en esos momentos cuando al toro hay que ir obligando con la maroma, incitando a que camine y que tome el trote. El toro no está hecho para correr, simplemente para embestir y lo mismo que en el coso taurino se le va enseñando a entrar en las diferentes suertes del toreo, aquí se le debe de obligar a caminar.
Ya hemos podido comprobar a lo largo de los sucesivos fracasos que ni toros encastados ni toros sin encastar siguen el recorrido.
Fue una equivocación no confiar en el único ganadero local. Santiago Muñoz, que digo yo, algo sabrá de toros y a las pruebas me remito. Como lo fue también el no seguir confiando esa labor a José Luis Mayoral el cual, y de eso tengo constancia, trasladaba al toro a su dehesa de Catronuño donde le hacía correr campo abierto porque sabía cual era la función para la que estaba destinado. Tanto en el primer caso como en el segundo pocos por no decir ninguno, fueron los fracasos.
Nos gastamos el dinero en revestir a la fiesta de acontcimietnos foráneos y regateamos dinero para adquirir lo que en sí es el eje del espectáculo.
Presiento que si no corregimos ambas cosas seguiremos año tras año fracasando.
No se sabe correr el toro y no le demos más vueltas. Nadie hay a lo largo de la maroma que de alguna forma, dicte las indicaciones precisas y así nos va.
Bien por las charangas, bien por las peñas, bien por todo lo que se mueve en torno a esta semana grande, pero creo que ellas, que se consideran el alma de la fiesta, deberían de involucrarse un poco más en el recorrido y en el toro.
Esperemos que el próximo año no nos ocurra otro fiasco como este y como el anterior y como el anterior...
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