lunes, mayo 09, 2005

EL TRIUNFO FESTIVO DE LA VOLUNTAD: DEL “TORO LIBERAL” EN TIEMPOS DE ESPARTERO AL “TORO PROFANO” EN LA ERA DE BENEDICTO XVI.


EDUARDO FUENTES GANZO

Hace 200 años, a inicios del siglo XIX, en Benavente lo importante de la fiesta local era su dimensión religiosa. Entonces no se celebraba “el Toro”, sino el Corpus Christi, de la que “el Toro” era tan solo periferia festiva. Primaba, pues, como acontecimiento más relevante, la solemne procesión del Corpus, que se hacía bajo palio. Era, entonces, un honor disputadísimo por la vecindad el llevar el paso procesional, privilegio que era “democráticamente” sorteado entre todos los vecinos, aunque siempre lo terminaban llevando las familias notables[1]. En el Corrillo de San Nicolás, entonces centro neurálgico de la villa, se escenificaba la alegoría de la Eucaristía, completando la fiesta “gigantes y tarascas”.

De oscuros orígenes bajomedievales, ocasionalmente, y con una cierta regularidad, se corría desde el siglo XVII un “buey –que no toro- ensogado” en la víspera del Corpus, que en 1780 había pasado a ser un “novillo”.Tradición que se pierde temporalmente en los turbulentos años finales del siglo XVIII y primeras décadas del XIX, debido a guerras, hambrunas y dificultades económicas. Por ejemplo en las actas municipales de las primeras décadas del siglo XIX, no se alude a ningún toro o novillo, pareciendo centrarse las preocupaciones de los ediles de aquel tiempo en iluminar adecuadamente el paso de la procesión del Corpus.

En 1837 tenemos noticias que se imponía como condición al adjudicatario del abasto de carne de la villa, obligándole a “dar un toro” para que se corriera “maromado” en la víspera del Corpus. Aunque no siempre y necesariamente se corría ese día… De forma que un acontecimiento excepcionalmente relevante, tal como una coronación o un nacimiento de vástagos condales, hacía que se pagase un toro por la municipalidad o por el señorío. Así sucedió en 1840, en que para celebrar el Convenio de Vergara y el final de la primera guerra carlista, se corrió un toro enmaromado llamado acertadamente por algún estudioso local “el toro de Espartero”[2], que aquel año se hizo en el mes de julio. Toro político y liberal como pocos lo han sido. Esta excepcionalidad celebratoria se repite en la villa 1843 para conmemorar la mayoría de edad de la reina Isabel II (entonces con 13 tiernos años).

A mediados del siglo XIX se produce un importante cambio durante las alcaldías conservadoras del Francisco Lobón y del Marqués de los Salados, pagándose por primera vez con fondos municipales en 1849 e institucionalizándose tal gasto con cargo al entonces magro presupuesto municipal entre los años 1851 y 1853.

El rápido vigor y fama que cobró la fiesta en otras tierras se percibe muy bien en las actas prerrevolucionarias de 1866, en las que se alude a su importancia, dada “la afluencia de forasteros” y a la necesidad de agasajarlos. Lo cual demuestra bien a las claras que, ya por aquellas lejanas fechas, los industriosos benaventanos comenzaban a tener un muy claro sentido de lo que era la promoción turística (poca gente sabe que por aquellos años se inventó otra práctica turística en España, la del veraneo en la playa, que fue una costumbre de la Corte de Isabel II).

Así, tortuosamente y con ocasionales pérdidas, atravesó la fiesta todo el siglo XX, de forma que hace 15 años, a finales de la pasada centuria, en 1990, a pesar de haber conseguido que se declarase de “Interés turístico regional”, los mentecatos (no importa el color político) suprimieron la fiesta del Corpus Christi en Castilla y León. ¡Cuantas tradiciones habrán sepultado o relegado al pintoresquismo local los necios tecnócratas!. Con aquel motivo, a petición de un diario provincial, escribía yo un artículo “1990: Un toro sin Corpus”. Entonces yo decía que la fiesta no se hace por un tintado rojo en un calendario (ya sea regional o nacional), sino los pueblos y su voluntad de vivirlas. Desde entonces la fiesta ha pervivido por el tozudo empeño nuestro, de todos los benaventanos. Eso sí, como fiesta ya pagana y secularizada, y por ello los benaventanos al perder la conexión con el hito festivo que era el Corpus hemos seguido celebrándola y llevándola al fin de semana. Entre otras cosas porque es un tiempo de rencuentro, en que los nuestros, aunque se hallen lejos tratan de venir a vivirla con nosotros.

Este año 2005, en que accedió al papado Benedicto XVI, hemos conseguido otra cosa: que la Fiesta local por antonomasia, la de La Veguilla, tan conectada al “Toro” a través de su petición, sea también declarada de interés turístico regional. Por ello felicito a todos mis paisanos que una vez más han demostrado que sentir y vivir una fiesta es una conjunción de tradición, pero también, y sobre todo, de voluntad.

[1] Detalles, en este sentido, aporto en mi reciente libro, Eduardo FUENTES GANZO, “Revolución y municipio. Benavente 1800-1900”.Benavente 2005.
[2] En este sentido J.C. DE LA MATA GUERA “Antecedentes, orígenes y evolución de la Fiesta del Toro enmaromado”. Benavente 1992.

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